Presenciaba el acto doña María de la Paz. Julia Arellano de Pasos hizo una propuesta en firme a doña Luisa Chamorro de Arellano
A la madre de mi tatarabuelo la llamaban en su juventud “La Imperialota” por su ardiente fidelidad a la monarquía española, cuyo fin —creía— implicaría el peligro de que gente de otra religión, de otra lengua y de otra raza se posesionara de Nicaragua. O también quizá recibía ese cognomento por su fuerte carácter altivo. En septiembre de 1821, cuando en la capital del Reino de Guatemala fue proclamada la independencia formal del imperio español, su hijo Narciso le expresó: ––“Madre. ¡Ya somos libres!”. Y ella le replicó: ––“Estúpido. Ahora cualquier basurita de la calle te podrá azotar el rostro”.