Siempre ha existido un fuerte debate de cómo los hispanos denominamos nuestra lengua, así surgirán muchas preguntas tales como: ¿el español y el castellano son sinónimos? ¿Acaso es el español el que se habla en España y castellano el que hablamos en Nicaragua? O a la inversa, ¿castellano es el que se habla en España y español el nuestro?
Hay muchas más incógnitas al respecto, preguntas que no son fácil de responder aún para los especialistas, pero es que ni siquiera los lingüistas e historiadores de la lengua se han puesto de acuerdo, así Rafael Cano, historiador de la lengua, afirma que “ El castellano es una de las varias lenguas romances o neolatinas, surgida del latín: en su origen no debió de ser sino una más de las variantes dialectales que esa lengua importada adquirió en ciertas zonas y entre ciertos hablantes de la Península Ibérica y que, al irse desarrollando y consolidando sus rasgos propios, acabó siendo una entidad lingüística suficientemente diferenciada” (2005:12).Este estudioso entonces denomina castellano al origen de la lengua nacida en Castilla a principios del siglo XIII, debido a que fue en la época que se encontró la primera muestra histórica (texto escritos) de esta lengua.
Veamos ahora cómo define el Diccionario de la Real Academia Española estos términos:
Castellano: Lengua española, especialmente cuando se quiere introducir una distinción respecto a otras lenguas habladas también como propias en España. 5. m. Dialecto románico nacido en Castilla la Vieja, del que tuvo su origen la lengua española. 6. m. Variedad de la lengua española hablada modernamente en Castilla la Vieja.
Español: Lengua común de España y de muchas naciones de América, hablada también como propia en otras partes del mundo. Se puede decir, entonces, que castellano es la lengua particular de España y español el idioma de todos los países de habla hispana.
Cómo los nicaragüenses denominamos nuestra lengua
Tres estudios sobre las actitudes lingüísticas realizados en Managua, León y Matagalpa demuestran que la tendencia en la actualidad es en primer lugar denominar al idioma español, en segundo lugar, castellano. El estudio de León es realizado por tres estudiantes de V año de la carrera de Filología y Comunicación de la UNAN – Managua; Tania Rivas, Birmania García y Griselda García.
El estudio de Matagalpa es realizado por la estudiante de V año de la carrera de Lengua y Literatura, Ayeska Loásiga y el de Managua lo realiza quien les escribe. En los tres estudios se realizó la siguiente pregunta ¿cómo denomina a la lengua que habla? Los resultados de cada estudio se detallan a continuación:
En Managua se realizó un total de 400 encuestas distribuidas en los distritos de la capital, en esta participaron diferentes personas entre 20 a 55 años, hombres y mujeres; y de diferente grado de instrucción, los resultados que se obtuvieron son los siguientes: español: 362 (90.3 %), castellano: 29 (7.2%). Otro forma de llamarlo: 10 (2.5%).
En León se realizó un total de 300 encuestas distribuidas en los barrios más populosos y antiguos de la cabecera departamental de León, la encuesta se distribuyó en personas con el mismo rango de edad y las mismas características de género que en Managua, los resultados fueron: español 246 (82%), castellano 31 (10.3%), otras formas 23 (2.6%). El mismo estudio se realizó en la cabecera departamental de Matagalpa con las mismas características de los informantes, lo que demostró los siguientes resultados: español 65 (65%), castellano 8 (8%) y otros 27 (27%).
Como puede apreciarse en los datos anteriores, las personas encuestadas en las cabeceras departamentales de León, Managua y Matagalpa, denominan a la lengua que hablan español, considero que la enseñanza escolar que se ha manejado en la última década para designar el estudio de la lengua influye en que el hablante denomine esa manera. En la actualidad se ha nombrado a la asignatura de la enseñanza del idioma, Lengua y Literatura. Por tanto, considero que las políticas lingüísticas establecidas por los gobiernos de turno en el Ministerio de Educación, juegan un papel relevante a la hora de que los hablantes denominen una forma u otra.
Algunos informantes opinaron que el término español es el que aprendieron en la enseñanza escolar y familiar: “Es el que denominamos porque nos enseñaron eso desde pequeños”; “Me lo inculcaron mis maestros de español”; “Me lo enseñaron en el colegio”; “Es el que me enseñaron desde pequeña en mi casa”.
Asimismo, otros encuestados afirmaron que lo llamaban español debido a que el idioma proviene del lugar de donde se originó el idioma, es decir, España. Así lo consideró uno de los informantes: “yo lo denomino español debido a que los españoles al conquistar nuestro país nos impusieron su idioma”.
La doctora María Auxiliadora Rosales considera que la forma de llamar al idioma en Nicaragua es español, el castellano es un término que está en desuso. La especialista considera que la preferencia del español está relacionada con los títulos en los libros: “casi en toda la bibliografía de la lengua española predomina el término español. El término castellano, es usado mayoritariamente por personas mayores, sobre todo académicas. Recordemos que la misma Constitución Política de Nicaragua denomina a la lengua español”. La doctora Rosales consideró que la bibliografía hace que predomine un término u otro, también afirmó que “la nomenclatura incluso que viene en las computadoras, dice español. Los especialistas preferimos llamarle español porque es un término abarcador, castellano es para referirnos al español hablado en España”, así lo consideró la lingüista.
Continuando con el estudio, en segundo lugar, prevalece la denominación castellano los encuestados consideran que castellano es la manera particular de los hablantes de Nicaragua y el español es el que se habla en España, otros consideraron que lo denominaban de esa manera porque “Viene de un lugar de España llamado Castilla”.
Por otro lado, algunos encuestados manifestaron que el castellano es inferior al español de España: “es un derivado del español verdadero que se habla en España”; “español no puede ser, para mí, el español es el que hablan los españoles”; “porque los nicaragüenses no pronunciamos el español como se debe, el verdadero español es el castellano”; “es un español mixto no es el verdadero que se habla en España”. Según Fernández Paz (2001:22), “las actitudes no sólo se manifiestan en comportamientos, sino en opiniones verbales que pueden ser negativas ante una determinada comunidad o lengua”. En los casos citados anteriormente podemos encontrar prejuicios lingüísticos de algunos informantes hacia la lengua materna.
Un porcentaje minoritario en los tres estudio consideró otras variantes que no fue ni español ni castellano, entre estas otras formas de denominar al idioma se encuentra; español de Nicaragua, español criollo, español nicaragüense, español nica, español castellano, español nahual, español popular.
Estos informantes manifestaron una actitud afectiva hacia su lengua, pues ellos denotan las particularidades del idioma, estos saben diferenciar las características lingüísticas (léxico, morfosintáctico y fonético) que tiene su lengua materna frente a otras variantes del español. Un encuestado afirmó que el idioma que habla es remedo del español, “porque no lo usamos como debería, tenemos muchas abreviaciones de palabras y dichos”. En este caso se presenta una baja autoestima lingüística, ya que en su aspecto cognitivo resalta una actitud negativa ante su idioma llevándola al rechazo. Otro encuestado dijo que denominaba al idioma español tradicional, alegando que “no es un español muy educado”. Lo cual indica, que posee un prejuicio de su idioma, igualmente una actitud de rechazo.
Para concluir, Manuel Seco opina que la preferencia de cada hablante por uno de los dos términos (español o castellano) se funda en una tradición arraigada de siglos, y es ingenuo pretender desalojar del uso cualquiera de ellos. Cada persona puede emplear el que guste; pero debe respetar el derecho a que otros prefieran otras formas de denominar su lengua. (Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española). En definitiva, cuando un hablante denomina de alguna forma a su lengua, no sólo muestra conocimientos sobre ésta, sino también aceptación o rechazo.
Fuente: UNAN-Managua