La lingüista Francis Mendoza Morán durante 30 años ha sido docente de la UNAN-Managua. Ha estudiado las variantes fonéticas de Nicaragua y en agosto publicará un diccionario del lenguaje popular usado en Managua.
“Se enseña lingüística para que aprendamos a utilizar adecuadamente nuestro español y para buscar las razones por las cuales uno que otro fenómeno se produce en nuestra forma de hablar”, asevera esta maestra, quien durante 37 años ha instruido a diversas generaciones.
En tantos años de ejercicios, la profesora Mendoza Morán asegura que ha enfrentado diversas situaciones que son comunes entre quienes han decidido ejercer la lingüística como profesión.
Además de la práctica docente, ha sido investigadora del español de Nicaragua, ha publicado dos obras, la primera bajo el título de “Apuntes sobre lingüística nicaragüense” y la segunda es “Breve diccionario del habla popular en hablantes de Managua: Nicaragua”, que salió recientemente de imprenta y será presentada en agosto.
En primer lugar debo decir que son 37 años en la educación, de ellos 30 he trabajado en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua).
Mi vocación por la educación realmente nace del corazón, como dice una canción. Desde pequeña sentí la inquietud de estudiar para ser docente. Cuando ingresé a la universidad, que era mi mayor anhelo, varios profesores de lingüística me inspiraron, tal vez por su forma de ser o por la metodología que utilizaban y así me fui enamorando de esa materia, sin demeritar la literatura que también es importante.
Me gustó más estudiar la lengua, curiosear, investigar, constatar, por ejemplo si te dicen ‘haiga’ debemos buscar por qué la gente lo utiliza, cuáles son las causas de ese fenómeno.
¿Cuál es la importancia de un lingüista para la sociedad?
Es mucha. Es invaluable y fundamental, lo que pasa es que desafortunadamente nos asocian con otras cosas, por ejemplo el lingüista no está obligado a hablar varios idiomas, aunque es importante que conozca de gramática y de sintaxis de otras lenguas. En realidad ser lingüista implica estar atento a los cambios en su lengua y en las metodologías para estudiarla. Por ejemplo, ya la época de fichas no es tan válida, porque ahora hay programas especiales para recopilar corpus, diccionarios. Hay que utilizar la nueva metodología lexicográfica para aplicarla.
¿Cómo ha cambiado la metodología para estudiar la lengua desde que usted se inició como lingüista hasta el día de hoy?
En el caso de todas las áreas lingüísticas, a partir de 2007 se han trabajado dos enfoques, el dialectológico y el sociolingüístico, que estaban abandonados, por decirlo de alguna manera. Así, se pueden estudiar los fenómenos desde ambos puntos. También se ha trabajado la pragmática que está abandonada en el caso de Nicaragua.
¿Cómo estamos en el estudio de la fonética?
Tenemos limitaciones. No tenemos laboratorio de fonética, que es un sueño desde hace muchos años en la universidad y eso es una limitante, pero aunque sea con las uñas estudiamos fonética. La parte morfosintáctica es igual, pero el producto del trabajo en esa área está condensado en la producción de los atlas lingüísticos.
¿Cómo influye el estrato social en un hablante?
Influye mucho y por eso es que se le ha prestado especial interés al campo de la sociolingüística, que estudia las variables sociales de sexo, edad y la preparación académica. Sin embargo, las llamadas malas palabras o las obscenas las encontramos tanto en personas de estrato social bajo como en aquellas con nivel académico y adquisitivo mayor.
Estos enfoques te permiten constatar que las mujeres somos más cuidadosas para usar determinados léxicos que el hombre utiliza a diestra y siniestra.
Existen programas televisivos y radiales en los que se usa léxico popular, ¿cuánto aporta esto al desarrollo lingüístico del país?
En realidad yo creo que hay que tener mucho cuidado, porque a veces veo esos programas y sí puede ser que tengan una función para llegar al público, pero por ejemplo en muchos noticieros se abusa y se irrespeta. Eso no deja ninguna muestra positiva para las audiencias, incluso para los niños es nocivo. En mi posición como lingüista, pienso que a esos programas hay que ponerles un límite, porque el léxico popular no significa que en medios de comunicación se va a hablar como a cada quien se le viene en gana. Debe haber un alto, los lingüistas no nos asustamos ante las palabras soeces, pero todo tiene un límite.
¿Qué significa ser lingüista en Nicaragua?
Somos pocos los lingüistas. Falta gente que ame la lingüística, el objetivo es ser un estudioso de la lengua, no damos soluciones porque la lingüística no es prescriptiva, sino descriptiva, así que estudiamos el fenómeno. En Nicaragua el lingüista vale oro, porque somos escasos y lo que hemos aprendido ha sido con nuestro esfuerzo y con apoyo de la universidad, pero siempre cada uno da su esfuerzo personal.
Por otro lado, en Nicaragua investigar es difícil, porque debe haber un personal de por medio, se necesitan colaboradores, hay que invertir buen dinero y carecemos muchas veces de apoyo, pero sobre todo hace falta tiempo cuando nos dedicamos a la docencia porque ambas tareas demandan mucho tiempo. No puedo ocultar que en Nicaragua somos desordenados para investigar, no es que no seamos capaces pero sí nos falta consistencia.
Pese a los obstáculos que se puedan encontrar para estudiar nuestra lengua, me siento orgullosa de ser lingüista.
¿En qué consistió su primera obra, “Apuntes sobre lingüística nicaragüense”?
Esa es una obra que publicó la Facultad de Educación e Idiomas de la UNAN-Managua. Fue un esfuerzo con trabajos bajo mi tutoría que ganaron primer y segundo lugar en jornadas de desarrollo científico.
Dentro de los principales hallazgos que se brindan en la obra están los fenómenos fonéticos vinculados a las vocales y consonantes que pronunciamos los nicaragüenses. Así como también los referidos al léxico político y a las enfermedades. Y en cuanto a la variación morfosintáctica se describe un poco el uso del ‘vos’, cuándo lo usamos, qué ocurre frente a la utilización del ‘tú’, de igual manera el uso del ‘usted’ y otros. Por supuesto que no es lo último que se ha dicho sobre estas variaciones, pero se trata de un acercamiento de análisis en estos casos.
¿En qué cambiaría el estudio de la fonética si se contara con un laboratorio?
Se profundizaría más en las variaciones fonéticas. Ayudaría mucho para confirmar las variaciones acústicas porque hay programas especiales para detectarlas. Se constatarían más ciertos fenómenos que ya se han esbozado. El estudio sería un poco más científico, lo que no significa que los datos actuales no lo sean.
¿Háblenos del “Breve diccionario del habla popular en hablantes de Managua: Nicaragua”?
La investigación para desarrollarlo me llevó más o menos tres años, para ello me sirvieron de apoyo algunos estudiantes excelentes de Filología, carrera que desafortunadamente desapareció, y también algunos de Lengua y Literatura.
Las definiciones las hice yo. Para construirlo se hizo un estudio contrastivo con el Diccionario de la lengua española de 2014, y con el Diccionario del Español de Nicaragua, de 2009, y puede ser que algunas de las palabras que están ahí aparezcan en alguno de ellos pero el significado es totalmente distinto.
Su aporte es válido y relevante hacia la caracterización del léxico nicaragüense. Es una compilación de lemas a nivel de uso de la lengua popular.
El diccionario tiene 165 entradas que contienen locuciones que se van a poder apreciar en el texto. Me parece que voy a dar un aporte, porque dejo un registro de cómo se habla en este momento y quizás en algunos años las palabras estudiadas no tengan el mismo significado.
¿Cómo define el español de Nicaragua?
Es difícil, tiene muchas variaciones léxicas, morfosintácticas y fonéticas. Es interesante estudiarlo, en un futuro deseo dedicar mayor tiempo a la investigación de él.
Admito que su estudio es complejo porque no hay una sola obra que reúna las investigaciones realizadas,pero contamos con el apoyo de los hablantes que es realmente lo más importante. Los hablantes están ahí y los lingüistas debemos aprovecharlos.
Fuente: El Nuevo Diario