Lectura. Una familia decidió utilizar su parcela de tierra para llevar alegría y enseñanza a los niños de la comunidad Apantillo y La Granja. Esta es la historia de la Biblioteca rural Lomas de Guadalupe, a la que asisten en promedio 70 niños cada sábado.
Eduardo Suazo Díaz sube cada sábado una loma ubicada en su comunidad, Lomas de Guadalupe, ubicada a 3 kilómetros de Matagalpa, para leer y hacer manualidades. Muchos amiguitos suyos, Jasson, Eddy, Esteling y Katiel hacen lo mismo. El sábado es un día alegre para ellos.
Doña Dulce, como le llaman los niños, no es maestra ni experta en manualidades. Trabaja en su profesión y también elaborando pasteles. Desde siempre ha participado como voluntaria en proyectos sociales, así que hace cinco años creó su propio proyecto: una biblioteca rural.
El trabajo no ha sido fácil, pero las redes sociales han sido un medio muy importante para comenzar ese gran sueño. Dulce María, su hija de 29 años, cuenta que crearon una cuenta en Facebook y solicitaron donaciones de libros. Sus amigos respondieron el llamado y entonces iniciaron con 499 libros. Era enero del 2012.
“Nosotros hemos tenido el don de querer y poder ayudar a las demás personas, por eso decidimos utilizar nuestra parcela en la comunidad Apantillo (hoy Lomas de Guadalupe) y crear esta biblioteca. Iniciamos con 499 libros de todo tipo de temáticas y unos 70 niños”, cuenta Flores.
- Crearon una cuenta en Facebook y solicitaron donaciones de libros. Sus amigos respondieron el llamado y entonces iniciaron con 499 libros en enero del 2012.
Cambiar mentalidades
Antes del proyecto, la familia realizaba un almuerzo todos los 25 de diciembre con personas de la comunidad, pero quienes más se acercaban eran niños.
Previo a desarrollar está iniciativa, organizaron una encuesta para preguntar si les gustaría una biblioteca infantil. El 100% dijo que sí necesitaban un espacio en esa zona para realizar actividades lúdicas, reforzamiento escolar y manualidades. Con estos resultados la campaña en Facebook se impulsó mucho más, incluso atrajo a voluntarios extranjeros.
Esa zona tiene alrededor de 700 habitantes, 100 de ellos, entre padres de familia e hijos, asistieron a la inauguración, pero luego bajó la participación. “Nosotros viajamos los sábados a Matagalpa para poder atender a los niños. Como los niños de esa zona son muy tímidos, algunas veces llegaban y otras no. Muchas veces llegaban 15 voluntarios y tal vez solo dos niños, entonces nos tocó andar de casa en casa convenciendo a los padres para que nos mandaran a los niños y fue así que comenzamos a recibir hasta 70 niños todos los sábados”, menciona.
Durante la semana, la biblioteca que cuenta con un ranchito techado y una humilde casa, tiene la presencia de una voluntaria comunitaria que se encarga de prestar los libros y los niños se los llevan a su casa.
Este espacio funciona gracias a la ayuda de sus seguidores de Facebook, voluntarios y amigos. No tiene un presupuesto. “Es un proyecto de corazón y los amigos nos apoyan con plastilina, type, fomi, entre otros materiales. Lo que tengan lo aceptamos y con eso hacemos manualidades, además de las secciones de lectura. Para ir a Matagalpa cada quien asume el viaje, pero tratamos de compartir el almuerzo”.
Niños que deben trabajar
El principal reto de este proyecto es inculcar en los niños de la comunidad al hábito de la lectura, recreación, juegos infantiles, colaborar con el reforzamiento escolar todos los días por la tarde y los sábados. Asimismo crear una equilibrada relación entre los niños estudiantes, padres, madres, tutores y maestras de sus escuelas para unir esfuerzos orientados al progreso en el aprendizaje de los mismos.
Objetivos que muchas veces son complicados de cumplir por la ausencia de ciertos niños que deben trabajar. “En ese sector hay limitantes, porque es gente que se esfuerza por salir adelante vendiendo tamales, tortillas, jaleas, entre otros productos en la ciudad. Son niños rurales que tienen menos oportunidades y por eso nos gusta trabajar con ellos”, expresa doña Dulce.
“Este niño, que ahora tiene 12 años, ya no asiste a la biblioteca por cumplir con las tareas del campo, cuando tenía siete años madrugaba y bajaba tres veces a la ciudad desde la comunidad para distribuir las tortillas que su mamá palmeaba, es una historia muy triste porque era un niño bien inteligente y tuvo que dejar sus estudios para ayudar a sus padres”, revela.
Avances
Durante todos estos años el proyecto ha tenido resultados. Cada vez son más los niños que se acercan, incluso de las comunidades aledañas como La Granja. Además la biblioteca rural también ayuda a los niños de Las Marimbas, en León, y realizan alianzas con las escuelas de las comunidades de Matagalpa para reforzar la educación de estos menores. “Pensamos que la felicidad ha regresado a su rostro, tienen una sonrisa cuando hay biblioteca, dicen ellos, pues cuando nosotros llegamos están esperándonos. Tenemos que caminar tres kilómetros a una montañita, pero cuando llegamos es una alegría y comienza a preguntar qué haremos ese día”, expresa Doña Dulce.
Otra labor de estos pequeños durante su sábado de biblioteca es cuidar el entorno, hacen un recorrido para recolectar material reciclable que luego es utilizado en sus manualidadzes. “Hacemos reforzamiento escolar, actividades al aire libre, siempre estamos rescatando los juegos de infancia como: el macho parado, el ratón y el gato, la cuerda y hacemos olimpiadas deportivas con el limón y la cuchara, saltar en sacos, entre otros para que aprendan a trabajar en equipo”, añade.
¿Qué necesitan?
Actualmente la biblioteca cuenta con el sitio bibliotecarural.wordpress.com donde explican de qué se trata el proyecto y su página en Facebook, donde pueden buscarlos como Biblioteca Rural Infantil de Matagalpa.
Alguna de las cosas que necesitan para seguir llevando educación a estos niños son libros y estantes, pizarrón, mesas, sillas o bancas de madera, juegos infantiles de entretenimiento y de aprendizaje tales como: rompecabezas, legos, dominó, sopa de letras. También pueden llevar materiales didácticos, ya sean lápices de colores, cuadernos, borradores, lápices de grafito, marcadores; cartulinas, tijeras, pega, crayolas, papeles de colores, tape, engrapadora, entre otros.
Fuente: El Nuevo Diario