Antonio Gamoneda. El poeta español llegó a Nicaragua invitado a formar parte del XIII Festival Internacional de Poesía de Granada, en el que se congregaron 106 escritores de diversas partes del mundo.
Antonio Gamoneda hace un alto en la efervescente noche granadina agitada por las disertaciones sobre la poesía caribeña en el XIII Festival Internacional de Poesía de Granada, para conversar a pesar del cansancio del día. El poeta español de 85 años llegó a Nicaragua junto con 106 escritores de diversas partes del mundo para homenajear a Manolo Cuadra y saludar la obra de Roque Dalton.
Gamoneda, hijo de un poeta modernista al que solo alcanzó conocer por medio del único libro que escribió, pues murió cuando él no tenía un año, es de los más laureados de este Festival y también de los más conocidos por su prolífera obra: 18 libros de poesía, una treintena de ensayos, antologado en al menos 13 ediciones y traducido a varios idiomas, con mayor predominio del francés.
La genialidad del poeta Gamoneda ha sido reconocida no solo por los mejores críticos literarios contemporáneos, sino por más de una decena de galardones de diversas instituciones a lo largo de su vida, sin embargo, fue en el año 2006 que alcanzó los dos premios más importantes: el Reina Sofía y el Cervantes, con lo que solo le falta el Nobel para estar en lo más alto del pódium.
¿Qué recuerdos de infancia marcan su obra poética?
Hay dos circunstancias, una es biográfica y la otra es de la historia negra de España, que permanecen en mi conciencia, en mis sentimientos y en mi escritura. La biográfica es que aprendí a leer solo, porque había estallado la Guerra Civil Española y las escuelas estaban cerradas por la represión de los militares sobre el magisterio, pero a mis 5 años quería aprender a leer. Había llegado a la ciudad de León en España, aunque nací en Asturias. Mi madre quedó viuda cuando yo no tenía ni un año y a los dos años estalló la guerra. En mi casa solo había un libro y en él aprendí a leer. Ese libro no me dio solo las claves de la lectura sino mucho más porque descubrí en él la naturaleza de un lenguaje distinto al que se utiliza para la vida coloquial, tenía otras virtudes rítmicas, ese único libro que trajo mi pobre madre había sido escrito por mi padre y eso me marcó mucho.
En cuanto a la historia negra de España empecé a ser consciente de la vida en mis primeros cinco años cuando estalló la guerra espantosa que dejó 1 millón de muertos. Para un chiquillo, incluso para los mayores, el horror se convirtió en una cosa de todos los días.
¿Qué significó para usted conocer a su padre a través de un libro?
Creo que es el conocimiento más entrañable y más decisivo que puede tener un hijo con su padre cuando anda la muerte por en medio. Mi padre murió pero a través de su escritura poética influyó en mí.
¿Qué significa su poemario “Sublevación inmóvil” en su quehacer literario?
Es el primero que pueda llamarse libro, por su extensión. Tenía 28 años cuando lo publiqué y es este libro una referencia a una insurgencia, a una ira contra una circunstancia histórica, pero también a esa insurgencia le acompaña la noción de la incapacidad, de la inutilidad, de que no sirve para nada y no va a modificar la historia, que no va a cambiar ni a los asesinos ni a los opresores económicos, por eso mis palabras eran una sublevación inmóvil, estática, inútil.
¿Qué impacto tuvo para usted la censura de su libro “Blues Castellano”?
La censura pertenecía a la normalidad, no había libertad de expresión, así que no me sorprendió. Yo pienso que el libro no contiene grandes cosas que podían oponerse al régimen de entonces, pero su censura retrasó mi puesta en marcha en la escritura española, porque a quienes aplicaban la “sanción” de censurar se les ocurrió decir que tenía que omitir varias partes y me dejaban el libro prácticamente en la mitad y por ello dije no. Pedí la obra a la editorial y lo metí en un cajón, donde permaneció durante 15 años. Sin embargo, puedo decir que no sufrí mucho porque esa opresión intelectual pertenecía también a la normalidad asumida por mí cuando era un niño.
Se habla de un silencio poético después de la publicación de “León de la mirada”, ¿qué relación tuvo ese impasse literario con la muerte de Francisco Franco?
Es significativo. “León de la mirada” es un libro menor en todos los sentidos, marcado por el entusiasmo paisajístico, es un libro fuera de mi conciencia poética. La muerte del dictador fue para mí como si me hubieran clavado una aguja en la frente. En un año escribí el primer libro que puedo decir fue libre, aunque eso no significa que la España de entonces y la de ahora sea una maravilla, pero al lado de lo vivido es mejor. Este libro liberal se llamaba “Descripción de la mentira” y ha tenido cierta influencia en la poesía española y es de los que la crítica recuerda más.
Además, la muerte del dictador fue como un aviso de la urgencia de liberar mi paz, así que saqué el libro que tuve 15 años en el cajón por la censura y lo publiqué.
¿Cuál es la relación entre su poesía y las obras de la última etapa de Federico García Lorca?
Ciertamente quizás comparta con el teatro de Lorca, pero yo creo que no es exactamente una influencia sino más bien un paralelismo. Lorca hasta el año 36, cuando fue asesinado, y yo hasta el 75, cuando me sentí liberado, teníamos un acercamiento a formas superrealistas. Yo quizás venía más de los surrealistas franceses pero yo admiro a Lorca.
¿Cuál es el rol de la poesía en el siglo XXI?
Yo estoy esperando a que los jóvenes encuentren un camino, que sea una forma de identificación con su siglo, con los problemas de su siglo. Tengo la esperanza de que la juventud va a encontrar esa hebra necesaria. Confío en los jóvenes y en que aprendan que la poesía no es un instrumento para cambiar la realidad, por desgracia, ni la política, pero sí coloca a los seres humanos, creadores y lectores, en una situación de sensibilidad en todos los órdenes. La poesía es intensa e impregnada de realidad, no es un adorno como muchos creen. Ojalá se encuentre la conciencia moral para llevar el hilo veraz de la poesía que corresponde a nuestro siglo.
¿Cuál es su apreciación sobre la situación de los inmigrantes en Europa?
Es triste. En el caso de España creo que se está pagando un precio histórico porque vinimos a América no ha descubrir y a traer la fe católica. América ya se había descubierto a sí misma pero llegar a ella fue un enorme error histórico de España porque mientras estábamos llevándonos el oro, la plata y los seres humanos para venderlos, no atendíamos que se estaba produciendo la creación europea de los mercados amplios, incluso de la industria, nos quedamos con el caramelo imbécil de saqueo sin entrar en la responsabilidad histórica de incorporarnos al salto cualitativo del gran comercio internacional que tenía el germen de la tecnología y la industria. España está retrasada frente a otros países de Europa.
Fuente: El Nuevo Diario