En la sociedad del conocimiento y de la información en que vivimos, la educación requiere un replanteamiento serio, dado que el conocimiento está entrando en la obsolescencia de forma vertiginosa, pero también los educandos del siglo XXI son una generación digital que depende mucho de lo virtual.
En ese sentido, se vuelve una imperiosa necesidad el acompañarlos para facilitarles los aprendizajes con significatividad y pertinencia, de forma tal que la praxis educativa no se vuelva un circulo vicioso, sino más bien de carácter sustancial con resultados cualitativos y que por el contexto en que se desenvuelve, forme para la vida, tal y como dice Paulo Freire, “por medio de la misma vida”.
El espacio inmediato formal donde se practica el ejercicio educativo es el aula. Ahí se da el encuentro cotidiano de maestros y alumnos para desarrollar el aprendizaje, que como un proceso dialéctico del conocimiento, deberá estar siempre en permanente construcción, apuntando a lo epistémico-ontológico, pero sin desconectarse de la realidad. De ese modo, juntos, maestros y alumnos, construyan propuestas novedosas y que el aula sea un círculo virtuoso como lo demanda el contexto contemporáneo.
Yo señalaba en un escrito anterior, que de nosotros los docentes dependía que el aula entrara en crisis. Esto lo señalaba a propósito de varios factores, uno de ellos es la sociedad del conocimiento en que vivimos hoy en día, y en particular del mundo virtual que forma parte de los útiles escolares de los estudiantes. Estos están enfrentando un proceso de transición inevitable entre la enciclopedia y la información global, empoderándose de esta última sin ningún obstáculo, incluso, este tipo de ventaja cognoscitiva, los puede llevar a romper con el conocimiento fragmentado antes que los docentes, que seguimos -en el caso de la educación superior- sumergidos en compartimientos estancos, es decir, desde nuestros departamentos como pozos tiradores, en una tercia académica y “científica”, de dolorosas consecuencias presentes y futuras para la educación.
En todos los niveles de educación se debe repensar el aula, desde el preescolar, donde se sientan las bases de la formación, hasta la universidad, que es el producto final. Por eso, los esfuerzos que se realizan en materia educativa en nuestro país, para establecer un vínculo orgánico entre los diferentes subsistemas, constituye un paso estratégico de invaluable importancia, encaminado a dar esos saltos de calidad que tanto necesitamos.
Repensar el aula pasa necesariamente por desarrollar los procesos de innovación y emprendimiento desde la infancia, hasta la formación técnica y profesional, porque como señala Ken Robinson : “Los niños arriesgan, improvisan, no tienen miedo a equivocarse; y no es que equivocarse sea igual a creatividad, pero sí está claro que no puedes innovar si no estás dispuesto a equivocarte, y los adultos penalizamos el error, lo estigmatizamos en la escuela y en la educación, y así es como los niños se alejan de sus capacidades creativas”. Igualmente, para el caso de la educación superior, como sostiene la UNESCO: “En una época en que ya no se puede aplicar más la ecuación “título=trabajo, se espera que este nivel de educación produzca egresados que no sólo puedan ser buscadores de trabajo, sino también empresarios de éxito y creadores de empleo”.
En definitiva, es una necesidad apremiante reflexionar y actuar ante los retos presentes y futuros que debe enfrentar la educación a todos los niveles y repensar el aula implica en términos estratégicos, el desarrollo de aprendizajes de calidad a lo largo de toda la vida, como indica la declaración de Incheon, solo de esa manera nos encaminaremos por la senda del crecimiento y del desarrollo integral sostenible tanto humano como social y económico.
MSc. Eduardo López H. Miembro del Consejo de Facultad. FAREM Estelí.
Febrero 2017
Fuente: UNAN-Managua