Actualmente el debate sobre las causas y daños por las inundaciones en urbanizaciones nuevas en Managua ha acaparado los titulares de las noticas nacionales. Un tema que no es nuevo; sin embargo, se puede percibir la necesidad de aclarar qué está pasando y cuáles son las verdaderas razones. Este artículo aborda la importancia de fortalecer la sinergia entre la gestión de riesgos, la adaptación al cambio climático y la planificación física.
Para iniciar, quizás algunos se han formulado la siguiente pregunta ¿Realmente el cambio climático es la causa de las inundaciones en Managua? Este fenómeno ha sido mencionado con frecuencia como el principal responsable de estos eventos. Pues no, no es la causa. El cambio climático está definido por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) como “un cambio en el estado del clima que puede ser identificado (por ejemplo, mediante pruebas estadísticas) por cambios en el valor medio de sus propiedades y/o por la variabilidad de las mismas, que persiste durante largos períodos de tiempo, generalmente decenios o períodos más largos. El cambio climático puede deberse a procesos internos naturales, a forzamientos externos o a cambios antropógenos persistentes en la composición de la atmósfera o en el uso de la tierra” (IPCC 2011).
El cambio climático es, en palabras simples, un fenómeno que influencia la frecuencia, intensidad, duración de los fenómenos meteorológicos que pueden resultar en eventos altamente destructivos. Por ejemplo, las precipitaciones fuertes que se daban cada diez años ahora podrían ser cada dos. Se esperan que sean eventos más intensos, es decir, huracanes con mayor fuerza, lluvias intensas en poco tiempo, sequías más severas, etc. También, este fenómeno trae consigo eventos de gran magnitud nunca antes registrados, por eso son llamados “eventos extremos”.
Luego de leer esto, pensarán que es una contradicción decir que no es el motivo de estas inundaciones. Para responder a esto es importante aclarar ciertos conceptos. Lo que define cuán destructivo puede ser un evento meteorológico depende de la exposición y la vulnerabilidad que existe en los lugares donde ocurren. Viéndolo así, se puede entender que no hay inundaciones si no hay precipitaciones (lo que es exacerbado por el cambio climático). Pero no habría inundaciones si no hay qué inundar ¿Cierto? El problema radica que en Managua (y en otros sectores del país) se han creado las condiciones para que sea muy fácil la ocurrencia de inundaciones y, como consecuencia, pérdidas materiales y humanas.
Luego de muchos años de la práctica de la gestión de riesgos y el cambio climático, se ha llegado a la conclusión que es urgente crear una coordinación entre ambos campos. Esta discusión se encuentra en proceso y las últimas investigaciones están enfocadas en encontrar puntos de convergencia para aprovechar al máximo los recursos y las lecciones aprendidas (Ver más: (Few, Osbahr et al. 2006, Birkmann y Teichman 2010, Kelman and Gaillard 2010, IPCC 2011). En la búsqueda de una mejor cooperación entre ambos campos y como posibles soluciones de lo que sucede en Managua, se puede identificar dos acciones simples pero muy complejas a la vez: planificación y regulación.
Dando un paso atrás y observando este asunto desde una perspectiva más amplia, a nivel nacional Nicaragua ha tenido un avance en la integración de la adaptación al cambio climático. Adaptar al cambio climático es adecuar los sistemas humanos para que resistan los efectos ocasionados por este fenómeno (preparación ante lluvias intensas, deslizamientos, huracanes, etc.). La necesidad de integrar la adaptación al cambio climático y la gestión de riesgos en todos los sectores del país se ve reflejada en algunas políticas, leyes y regulaciones de Nicaragua. Por ejemplo, Plan Nacional de Desarrollo Humano (2012-2016) indica que la adaptación al cambio climático está vinculada al desarrollo sostenible e incentiva a todos los sectores a gestionar y financiar iniciativas para la adaptación. Se puede identificar una creciente intención de integrar la gestión de riesgos con la adaptación al cambio climático de forma más integral en documentos oficiales a nivel nacional emitidos desde 2008 aproximadamente (Ver: (Rivera y Wamsler 2014).
Pese al constante avance que se identifica en esta integración (al nivel de políticas), es muy difícil aplicar en la práctica lo que se establece a en las leyes, ya que la legislación indica “qué hay que hacer” pero no está en su alcance decir “cómo hacerlo”. Este es el papel de quienes “operacionalizan” lo que debe ser hecho. Esto último es el mayor desafío al que se enfrentan los tomadores de decisiones y quienes ejecutan los proyectos en todos los niveles en el país.
En relación a las inundaciones recientes en Managua, es importante conocer qué sucede con los gobiernos locales y las afectaciones en las urbanizaciones. El término “urbanizaciones” es usado aquí para referirse a los proyectos habitacionales formales. Estos proyectos deben cumplir con las regulaciones y estudios requeridos para obtener los permisos de construcción que emiten las municipalidades. Así como existen proyectos “formales”, en Managua también se encuentra una gran cantidad de asentamientos “informales” que son el resultado del crecimiento espontáneo de la ciudad y que carecen de estudios, diseños previos e incluso infraestructura básica. Estás áreas merecen atención especial en estos temas ya que son los que presentan mayores niveles de vulnerabilidad y exposición. Sin embargo, este tema será abordado en otros análisis.
Retomando el tema de las municipalidades y las posibles soluciones a este problema, se conoce que por la Ley de Municipio los gobiernos locales son autónomos, pero hay leyes que los obligan a seguir procedimientos para la construcción de proyectos habitacionales. En relación a riesgos (no sólo a inundaciones), las alcaldías deben solicitar estudios de impacto ambiental y análisis de riesgos geológicos. Estos estudios son de extrema importancia pero su alcance es limitado y es recomendable complementarlos con estudios de riesgos que contemplen más amenazas. El problema es que cada proyecto es una pieza más de un gran mosaico, se hacen estudios locales a pequeña escala sin tomar en cuenta que serán parte de una cuenca (ya que el enfoque son las inundaciones).
Cuando se sugiere “planificar” es considerar estudios multidisciplinarios a nivel de cuencas que dirijan los usos adecuados del suelo: dónde construir y qué construir, dónde permitir áreas de cultivo, dónde colocar obras de infraestructura, etc. Una vez obtenida una zonificación general, se procedería a realizar estudios más concretos a escalas menores que deben indicar cuáles son las obras que hay que hacer. De esta forma se obliga (se regula) que los inversionistas consideren estudios más detallados y se les exija las obras de infraestructura necesarias, considerando no sólo el espacio que van a usar sino la cuenca en general. La regulación es fundamental, no tiene caso tener los mejores estudios si no van a aplicar en la práctica.
Lo antes dicho puede dar razones para pensar que ya Managua tiene suficientes estudios, que ya se ha planificado suficiente. Realmente es comprensible pensar de esta manera. Sí, existen estudios, sí, hay planes de ordenamiento. Sin embargo, es necesario estar conscientes que existen diferencias de escalas en el tiempo. Es común que los procesos de toma de decisiones sean más lentos en relación a la rapidez que suceden los procesos a nivel territorial y la ocurrencia de eventos por fenómenos naturales. Un ejemplo de ellos son los instrumentos de planificación urbana de Managua, que muchos de ellos pueden ser considerados obsoletos ya que no corresponden con las condiciones actuales de la ciudad (Ver análisis en (Rivera y Wamsler 2014). Esto enfatiza aún más la necesidad de planificar de forma integral (a diferentes escalas) teniendo en cuenta las posibles afectaciones a escalas menores y promoviendo aún más la necesidad de mejorar los mecanismos de regulación y monitoreo de estos proyectos.
Regresando a la pregunta inicial sobre si el cambio climático es el verdadero “villano de la película”. Pues, si existieran estudios integrales, éstos contemplarían escenarios con eventos extremos, las obras de infraestructura se diseñan tomando en cuenta “el peor de los escenarios” y se dejan márgenes de seguridad. Si realmente eso se aplicara en los proyectos residenciales, los eventos extremos estarían contemplados y estos problemas se evitarían (o al menos se reducirían las afectaciones). El considerar el cambio climático es porque nos hace un llamado a tomar consciencia que estos problemas van a pasar y “más seguido”.
Lo expuesto anteriormente no tiene la intención de desestimar el trabajo de los gobiernos locales. De primera mano se han realizado entrevistas y la preocupación de este problema está latente en todos los actores. No sólo está pasando en Nicaragua, cómo hacer frente a estos problemas se ha convertido en un tema prioritario en muchos países y en organismos internacionales como la Estrategia Internacional de Reducción de Desastres (EIRD). Muchas veces estos problemas pueden considerarse como ventanas de oportunidades porque hace un llamado a transformar los procesos, actualizar las normativas urbanas, crear más integración de temas de riesgos (y adaptar al cambio climático), a mejorar la planificación a nivel municipal, aprovechar los recursos humanos del país. En otras palabras: a ordenar Managua y controlar su expansión de la forma más integral posible.
Autora: Claudia Rivera Escorcia
Docente, IGG-CIGEO/UNAN-Managua. Nicaragua
PhD. Gestión de Riesgos y Adaptación al Cambio Climático en Espacios Urbanos.
Universidad de Lund, Suecia
Fuente: UNAN-Managua