“La innovación no tiene nada que ver con cuantos dólares has invertido en I+D. Cuando Apple apareció con el Mac, IBM gastaba al menos 100 veces más en I+D. No es un tema de cantidades, sino de la gente que posees, cómo les guías y cuánto obtienes.” Steve Jobs
He comenzado estas reflexiones “al alimón”, parafraseando el título de unos de los filmes más geniales en la historia del cine, Cet obscur objet du désir (Ese oscuro objeto del deseo; 1977), del recordado realizador español Luis Buñuel (1900-1983) con el fin de reflexionar acerca de los retos que encierra la investigación, de gran importancia para nuestras universidades y la sociedad en general, como ejercicio académico y científico. El epígrafe que acompaña el título, del mediático innovador, Steve Job (1955-2011), sugiere que en algunos casos, no es necesario tener grandes recursos para emprender o desarrollar una iniciativa, lo importante es la voluntad de hacerlo, el cultivo de las capacidades individuales y colectivas.
En los últimos años, la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua), conducida por sus autoridades, ha venido trabajando de manera sostenida y con mucha responsabilidad, en la mejora de la calidad de los procesos de enseñanza-aprendizaje. La meta a alcanzar, es la formación de profesionales capaces de responder a los desafíos, presentes y futuros, de nuestro modelo de desarrollo en construcción. Lo cual es coherente con su misión y visión como institución de educación pública y autónoma de referencia nacional e internacional.
El trabajo de mejora impulsado desde la Universidad, implica no sólo su incidencia en el currículo, y en las condiciones materiales de los diferentes ambientes universitarios, sino el cambio de esquemas de trabajo entre el claustro de docentes. El modelo universitario heredado de más de un siglo, pone énfasis en la docencia, como el motor de la formación, haciendo de los académicos, personas replicadoras o reproductoras de conocimiento y no creadoras. Es un docente cargado de mucha docencia y poca investigación.
La mejora de la calidad de la educación, en sus diferentes subsistemas, pasa fundamentalmente por hacer que el docente salga de su zona de confort de la enseñanza y reconozca dos problemas: uno de ellos, —parafraseando un pensamiento dicho por otros académicos— la formación profesional no puede sustentarse en concepciones, métodos y técnicas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, sabiendo que los estudiantes que llegan a nuestra Universidad, vienen con una mentalidad práctica del siglo XXI. La segunda, el docente de este nuevo milenio, debe ser lo más integral posible, abierto a los cambios, sabiendo que la producción de conocimiento es ilimitado y únicamente bajo esta apertura, pueden enfrentarse las mutaciones vertiginosas que impone la revolución tecnológica y de la información.
La concepción integral del docente pasa por el auto reconocimiento del lugar que ocupa en los procesos de formación de los estudiantes que ingresan a la Universidad. En este sentido, su papel es el de un facilitador que acompaña los procesos de aprendizaje. Esta concepción educativa, ya probada por décadas, en experiencias académicas internacionales, implica “aprender haciendo”, articulando prácticas discursivas del emprendedurismo e innovación, y donde las herramientas de investigación son determinantes para esta nueva visión docente.
La investigación como herramienta formativa, es un elemento esencial para en el quehacer docente, de la cual paradójicamente, no todos se apropian, ni la tienen como dinámica didáctica. Nuestra Universidad ha venido normando y apoyando esfuerzos en temas de investigación. De igual manera, es digno de reconocer el trabajo que realizan los centros de investigación y algunos equipos de trabajo formados en las facultades. La dificultad estriba en que no todos los docentes están convencidos de la necesidad de incorporar, estas herramientas, en sus prácticas académicas, observándose cierta disparidad en las estrategias pedagógicas y logros alcanzados en la formación del estudiante, a lo largo de su carrera o tiempo que cumple en la Universidad.
Cuando se habla de integralidad del docente, es referirse a un educador que tiene pleno dominio de su entorno profesional; que sabe combinar en su quehacer, las funciones universitarias de docencia, investigación, extensión e internacionalización. Esta condición, implica que los procesos de investigación, en sus diferentes niveles y expresiones, sea documental, aplicada, experimental o de campo, no se vean como compartimento estanco del resto de funciones, sino como un todo que conlleva la sistematización y actualización de conocimientos, generado por medio del contacto y la fluidez permanente con otros colectivos y experiencias, tanto dentro como fuera de la Universidad.
Esta concepción práctica del docente-investigador debe de sustentarse en el currículo (abierto a mejoras y actualizaciones), el cual es y debe ser, la piedra angular para la formación de los profesionales y la vitrina donde se mira al académico/catedrático de la Universidad. Este currículo debe de contener, en la transversalidad de su propuesta, el espíritu de búsqueda del sabio francés Luis Pasteur (1822-1895) quien en una ocasión expresó: “si no conozco una cosa, la investigaré”.
Esa frase sencilla del científico francés del siglo XIX, recoge una verdad inconmensurable intrínseca en la naturaleza del ser humano: la necesidad del conocimiento para las mejoras de vida, individuales o colectivas. En nuestro medio académico, debe de entenderse como el cultivo, de una conciencia social de rebeldía que tienda hacia lo nuevo, apostando al cambio, y aventurándose sin temor, a iniciativas de trabajo productivo que crea valor, material y espiritual.
Para finalizar, regresando al filme “Ese oscuro objeto del deseo” (1977) de Luis Buñuel, el personaje principal, interpretado por el legendario actor Fernando Rey, en una escena, deja escapar una frase, que resume el grado de frustración que le embarga, ante las permanentes evasivas de su pretendida: “El pecado nunca ha pasado la noche aquí. Nuestras almas están más derechas que el dedo de San Juan”. Dentro de la simbología católica, esa frase, en este caso revestida de erotismo, indica la imposibilidad de alcanzar una meta.
En un paralelismo del tema del filme con el de investigación en el ámbito del quehacer universitario, debe de reconocerse una especie de fatalismo, cultivado entre ciertos académicos, de ver este ejercicio, como inalcanzable, peor aún, divorciado de la vida docente. Incluso, dentro de una visión de colonialidad, siguiendo los postulados de Aníbal Quijano (1928- ), se han internalizado criterios, como el sugerir que el cultivo de la investigación, desde nuestras universidades y nuestros países periféricos, es una quimera, dado que eso es patrimonio de los países desarrollados.
Romper con esa mentalidad de dependencia y subalternidad, es una tarea imperiosa, que puede alcanzarse únicamente, reconociendo nuestras debilidades y fortalezas, en términos de capital humano, formación y capacidad de emprendimiento. Eso implica, que nuestros docentes se adapten lo más rápido posible a la cultural del siglo XXI, acompañando a las nuevas generaciones en su proceso de aprendizaje, dejando atrás aquella visión, muy siglo XIX y de la primera mitad del XX, del docente pontificador, prometeico, libresco; asumiendo un rol propositivo, donde la cultura virtual converja con la imaginación y rebeldía de Mafalda, ese personaje de Quino, por naturaleza inconforme y crítico con lo que sucede en la sociedad.
Miguel Ayerdis
Docente/investigador
UNAN-Managua
Fuente: UNAN-Managua